Cuando se estrenó Barbie fui siete veces al cine a verla. Y aún, a día de hoy, sigo pensando constantemente en ella.
Todavía me inunda de pena que mucha gente no la haya entendido. Sin embargo, me gusta pensar que aunque tuviese desertores, los mensajes llegaron a quienes le tenían que llegar. Digo “mensajes” porque una de las cosas más fascinantes de la película es la cantidad de capas que tiene. Mientras más la veía, más iba rascando mensajes y comprendiendo realmente lo que hay de fondo. Además, es precioso ver cómo cada persona la comprende de forma diferente: mi primita de ocho años aprendió de ella, pero de una forma muy diferente que yo.
La reflexión general es muy obvia, la del género. Mi escena menos favorita es el discurso de Gloria (America Ferrera), sobre todo lo que conlleva ser mujer y lo insuficiente que serás para el mundo hagas lo que hagas. Y es que, a pesar de que estoy de acuerdo con lo que dice, es la verbalización de lo que se transmite a lo largo de la película.
En la historia, Barbie se da cuenta de que la vida no es tan rosa. Le empieza a salir celulitis y le duelen los pies, mientras descubre la sensación de tristeza sin explicación. Pero lo doloroso no son esas acciones, sino lo que hay debajo. El contraste entre lo que se espera de ella y lo que es.
Sin duda alguna, mi reflexión favorita de la película es la de la existencia: “es preferible una existencia imperfecta a ser una idea”. A este argumento general se le puede rascar muchísimo. El “por qué” de la vida, que por más que lo busquemos, es inherente a la esencia de la vida misma. Inverbalizable pero omnipresente. El enfrentamiento de Barbie al mundo real, el cual la decepciona constantemente, pero aun así hay un impulso salvaje e indescriptible en su ser por formar parte de él.
Es cierto que al final del día, la existencia viene condicionada por el género. En este proceso, la idea de lo que la sociedad espera de una mujer se enfrenta contra la realidad. Cuando pasas de ser niña a ser adolescente se eleva la conciencia de género e identidad, descubriendo lo que debes ser y lo difícil que es lograrlo. Te das cuenta de cómo fallas, pero muchas veces no sabes cómo remediarlo.
La imperfección que está irreversiblemente ligada a la personalidad y autenticidad, porque la perfección es invariable y rígida.
Cuando te haces mujer, empiezas a racionalizar tus inseguridades de la adolescencia, intentando vencerlas con la mente. Pero el corazón no habla el lenguaje de la razón. Esa niña llorando por quedarse en un mundo idílico y esa adolescente gritando por encajar siguen ahí. La mayoría de las veces puedes bajar sus voces: “ya da igual, no hay marcha atrás”, “¿qué importa lo que los demás piensen de ti?”. Pero los murmullos se acumulan, y un día cualquiera te miras al espejo con las mismas ganas de llorar. Te maquillas en silencio, viendo tu reflejo con el susurro triste por no ser suficiente.
¿Mi madre se sentirá así? ¿Y mi abuela? ¿Es la experiencia humana o estoy mal de la cabeza? Películas como Barbie son un abrazo al alma que te recuerdan que todas pasamos por ahí. Esa lágrima que corría por tu mejilla ya no es tan triste, porque no estás sola.
La última escena es trascendental. Ruth Handler (Rhea Perlman), la creadora de Barbie, la tranquiliza en su crisis existencial. Primero le explica que las ideas son eternas y la vida tal como la conocemos es finita, por lo que los humanos desarrollamos creencias y conceptos para afrontar lo incómoda que es la existencia.
Después de resumir breve y acertadamente la naturaleza de la existencia, le da la libertad para escoger la vida.
La figura de Ruth Handler se puede simplificar como la de una madre, pero más allá de eso, representa a Dios y/o el universo. Y la existencia pasa de ser un suceso impremeditado, a ser una decisión con convicción. Barbie pasa de ser un concepto, a probar la experiencia humana, para terminar escogiéndola sobre la nada y el todo.
Barbie nos recuerda que nosotros, a pesar de no conocer (o tal vez no recordar) la fase de ser una idea, podemos pasar de la vida por inercia a la vida por convicción.
Por eso, últimamente, cuando siento una tristeza sin razón aparente, tengo crisis de identidad o me miro al espejo sin satisfacción, pienso en la película. Nunca me había sentido tan reflejada en un contenido audiovisual, que disfrazó con humor y purpurinas lo que en el fondo es una oda a la vida.
“I used to float, now I just fall down
I used to know but I'm not sure now
What I was made for
What was I made for?
Takin' a drive, I was an ideal
Looked so alive, turns out I'm not real
Just something you paid for
What was I made for?
'Cause I, I
I don't know how to feel
But I wanna try
I don't know how to feel
But someday, I might
Someday, I might
When did it end? All the enjoyment
I'm sad again, don't tell my boyfriend
It's not what he's made for
What was I made for?
'Cause I, 'cause I
I don't know how to feel
But I wanna try
I don't know how to feel
But someday I might
Someday I might
Think I forgot how to be happy
Something I'm not, but something I can be
Something I wait for
Something I'm made for
Something I'm made for”
Wow, comparto tanto tu reflexión 🫀 gracias por verbalizar tan bien un sentir